domingo, 30 de mayo de 2010

Demasiados aceites...pocas sorpresas


Hace 10 años había que conformarse con mediocres remanentes de aceites de oliva importados, y nos creíamos afortunados cuando podíamos pagar por ellos. Hoy son tantos, como escaso el conocimiento sobre ellos.
Los precios bajaron y los chilenos están de moda, un poco por sus medallas, otro poco por el marketing, y lo mejor, porque también hay buenas apuestas, infinitamente superiores a las que ofrecía el mercado en la década de los 90.
¿Cuál elegir? Difícil decirlo. Primero, porque en gustos no hay nada escrito, y segundo, porque todavía falta mucho por explorar.
Hay trabajo pendiente: comprender las cepas y sus características, y exigir a las marcas mayor identidad, para que el consumidor saque de la góndola impulsado por sus preferencias, y no por precio, medalla o atractivo gráfico.
¿Saben lo que es el charol?, un cuero que –al menos en Chile- está muy dañado por alambres de púa o marcas de fuego. En fin, éste se cubre con una capa de “maquillaje” que oculta sus desperfectos y la nobleza de la piel. ¿Por qué lo elegimos? Porque en alguna parte oímos que era “pituco” comprárselo a las niñitas para su tenida cumpleañera o dominguera y algo similar entre los más creciditos. Algo de eso me recuerdan ciertos aceites –salvo raras excepciones o los hechos en casa- con sabores a hierbas, especias y frutas de los que no se ve ni rastro dentro de la botella. En todo caso, ¿para qué camuflar la pureza de una oliva cuando tiene mucho más que expresar en su estado natural? O, ¿por qué no revelar los aromatizantes, si suma además un buen aceite?
Me gustaría ver más oferta de monovarietales, los que también contribuirían a educar. ¿Por qué no profundizar en las flores y frutas de un Arbequina, lo que puede sumar un incremento del consumo entre los reacios a la oliva o invitar a comprar variedad? ¿Por qué no un Picual puro y expresivo, con su acento picante y de mayor intensidad? A propósito de respeto… más conciencia con el “extra virgen”, puesto que no es sólo nombre.
Personalmente, me inclino por los monovarietales de Las 200, sobre todo, el Picual. La mezcla de variedades del Santiago y de Toledo; el Petralia de TerraMater y, de 1492, el Frantoio. Y, uno muy difícil de conseguir: Novello de Terramater…una maravilla.

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