Pensar que se puede tener uno de los más exitosos proyectos vitivinícolas a 650 kilómetros al sur de Santiago, en el paralelo 38º latitud sur, puede ser considerado una completa locura, puesto que aquí es donde las heladas y las grandes lluvias son una realidad amenazante. Sin embargo, no lo ha sido para Aquitania en su primera osadía: un Chardonnay de clase Premium ni tampoco parece intimidarla hoy en día. Varios años lleva entre los mejores ese SoldeSol plantado en Traiguén, zona vitivinícola perteneciente a Malleco y, ahora Felipe de Solminihac junto a sus socios franceses, se la jugaron por el tinto de los blancos: un Pinot Noir también pensado para la línea SoldeSol, es decir, para la etiqueta ícono de la viña.
Ahora bien, otra cosa es cuán rentable sea hoy ese emprendimiento. Por el momento, difícilmente lo puede ser si pensamos que alcanzó una producción de 5.200 botellas para su cosecha 2008, con un precio que bordea los $20.000. Lo dijo Felipe de Solminihac en la presentación, “es para viticultores que tienen calma y que están dispuestos a rendir por calidad y no por volumen” y, que -indudablemente- cuentan en su portafolio con complementos rentables. Este Pinot Noir puede darse el lujo de apostar por su calidad, por sumar prestigio a la compañía y por tener mejores ingresos en tres cosechas más, cuando las cinco hectáreas plantadas el 2009 se pongan a la altura de las iniciales cuatro del 2004, que fueron resultado de la botella 2008.
Como en la ruleta rusa, aquí es donde se apuesta el todo por el todo pero con la confianza que les ha dado la excelente trayectoria del pionero de la línea, ese Chardonnay que ha salido el mejor por varios años y ha obtenido destacados puntos (sobre 90) en publicaciones especializadas del mundo.
La primera vez tomé el Pinot Noir SoldeSol fue en marzo, en su lanzamiento. En ese instante me pareció exquisito, pero ahora me sabe mejor. Su fruta la siento aún más evidente y sabrosa; no sé si es la compañía o el tiempo, pero este Pinot Noir parece más elegante y a su vez más jugoso.
Esa fruta que se siente en nariz y que recuerda a las cerezas frescas, guinda ácida y murtilla, combina con aromas a ciprés, a flores silvestres, a algo que semeja el anís…Es profundo.
En boca es fresco, con buena acidez, en el paladar vuelven a ser percibidas las notas a anís, toques a higo y guinda ácida. Llena de sensaciones y de una persistencia frutal que se marca por largo rato y que posibilita continuar disfrutándolo por un buen lapso.
Un terreno extremo para una atractiva clase de expresiones, auténtica fruta, fresca y elegante. Una osadía que se agradece y que espero volver a disfrutar con consistencia.
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